Presentación
Bienvenidos a esta plataforma digital trilingüe sobre la escultura de Xochipilli, el Señor de las Flores y la cultura mexica.

Este sitio fue creado para acompañar la exposición temporal Xochipilli, el Señor de las Flores, presentada en el Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México como tercera muestra de la serie Una pieza, una cultura, proyecto del Instituto Nacional de Antropología e Historia que explora la grandeza de las culturas de México a través de una de sus obras maestras.

En esta tercera edición la escultura de Xochipilli nos acerca a las ideas esenciales de la cosmovisión mexica, una de las culturas emblemáticas de la antigüedad mexicana y fundamental para la compresión de la historia y la identidad del México contemporáneo.

A través de este sitio web podrás tener acceso permanente y gratuito a los contenidos desarrollados para esta exposición temporal. Además de información sobre esta obra maestra y su contexto, encontrarás materiales audiovisuales inspirados en la cultura mexica que nos expresan nociones esenciales sobre su paisaje y su cosmovisión y que fueron creados especialmente para permanecer en línea como herramientas de consulta.

Este sitio es una invitación a tener un encuentro con Xochipilli, obra maestra del arte y la cultura mexicana, que permita a quien la explore elaborar su propia e irrepetible interpretación.

Xochipilli, escencia mexica
De Aztlán, lugar de las garzas, partieron los aztecas para iniciar la peregrinación mítica que los llevó hasta la cuenca de México. En su camino, en el cerro de Coatépetl, cerca de Tula, encendieron por primera vez el Fuego Nuevo, símbolo de la renovación del mundo que habría de encenderse cada 52 años. Allí marcaron su origen, se dieron a sí mismos el nombre de mexica.

Su destino lo marcó un águila posada en una nopalera. Se asentaron allí, en medio de lagos flanqueados por volcanes. Desde ese islote defendieron con fiereza su libertad hasta convertirse en conquistadores, en señores del Anáhuac y de más allá de las tierras que de allí se divisaban.

En el paso de los días y las noches, en los ciclos de fuego y agua, siembra y cosecha, los mexicas se perpetuaron en el cosmos dual de su cultura, sólo la muerte garantizaba la vida.

Con esa dualidad tejieron sus días. Su urdimbre llegó hasta fronteras remotas, llenándose de diversidad de hombres y paisajes. Así se volvieron multitud de pueblos. Así fueron, a un tiempo, el cacao de Tlacotalpan y los jaguares del Xoconochco; la sal de Iztapa y el hule de Tochtepec; el algodón de Cuauhnáhuac y el oro de La Chinantla; los carrizos de Cuauhtitlan, el papel de Tepoztlan; el maguey de Acolman, la obsidiana de la Sierra de las Navajas; los cantares de Nezahualcóyotl; los venados y la cal de Tepeaca; las flores de Xochimilco; la maestría escultórica de Chalco.

De allí, de las faldas del volcán Iztaccíhuatl, “la mujer blanca”, surgió un portento en piedra labrado por manos chalcas que recoge las historias y matices de los pueblos y el vasto firmamento del arte y la cultura mexica.

Así nació Xochipilli, el Señor de las Flores. Aún hoy, en él, vive la esencia y el poder de lo mexica.

Cosmos y paisaje mexica
Oriente Sur Poniente Norte
Dualidad, cosmos y Xochipilli